El secreto del general Armada

Fallece el general Armada. La necrológica lamenta cuántos secretos se lleva a la tumba. ¡La imaginación al poder! El que mueve-los-hilos es el personaje más mentado y desconocido de las historias.  Es famoso porque no se sabe quién es. Ahora ya con el secreto en la tumba, el-que-movió-los-hilos se asegura la inmortalidad. Siempre después de haberse asegurado el fracaso.

El 23-F fue la irrupción de la caricatura  en la realidad. La estampa del tejerazo  es tan inverosímil, que se corresponde muy bien con  la errónea información que transmitió entonces un medio de comunicación sueco: anunció que un torero había entrado, provisto de un arma,  en el parlamento español.

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Alberto Fabra no es Maquiavelo:

Maquiavelo no hubiera cerrado Canal Nou (En VLC News)

Si Alberto Fabra hubiera sido más maquiavélico no habría cerrado RTVV. Lo hubiera aplazado  hasta ver qué pasaba en  las próximas elecciones,  y tiraría entretanto con algún apaño. Seguro que no se montaba tanto escándalo si por mantener Canal Nou hacía recortes en servicios más esenciales. Ahí está el ejemplo del gobierno catalán.  Artur Mas no abona las ayudas a  las familias con dependientes  y debe un dineral  a las farmacias, pero paga  religiosamente la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, un emporio que en los últimos cinco años ha succionado 2.500 millones de euros de las arcas.

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El Papa no es un boludo:

Evangelii Gaudium (José García Domínguez, en ABC)

Con todos sus defectos, pecados y lacras, la Iglesia de Cristo ha producido muchísimos menos fanáticos que esas religiones laicas, llámense marxismo, positivismo, relativismo cultural o devoción ciega al libre mercado, que en un momento u otro han pugnado por ocupar su lugar. Muchos menos dogmáticos y también muchos menos ignorantes, huelga decir. Repárese al respecto en la retahíla de temerarios zotes que estos días pretenden impartir magisterio sobre la doctrina social del catolicismo al mismísimo Papa de Roma.

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Roosevelt, Kennedy y una bajada de pantalones

Impulsada por el aniversario, releo “Los Kennedy. Un drama americano”, de Peter Collier y David Horowitz,  y reencuentro una escena que tuvo lugar en la Casa Blanca entre  el presidente Franklin D. Roosevelt y  Joe Kennedy (el padre de JFK).

Joe  había apoyado -también con dinero- la campaña de Roosevelt y estaba muy irritado porque no le había dado nada. El único principio  que Kennedy consideraba sagrado era el que regía en el círculo político irlandés en el que se había criado: a quien apoya hay que darle algo a cambio. Un sabio principio que muchos siguen obstinándose en  incumplir.

Joe le hizo saber a Jimmy, el hijo de Roosevelt,  que deseaba ser embajador en Gran Bretaña y sucedió lo siguiente:

Jimmy se quedó de una pieza, incapaz de imaginarse a su amigo entre la aristocracia británica (…) Pero Kennedy le replicó convencido: ‘Sí, en serio. Lo he estado pensando y me entusiasma la idea de ser el primer irlandés embajador de Estados Unidos en la monarquía británica.’

Cuando Roosevelt se enteró de la pretensión, soltó tal carcajada que casi se cae de la silla de ruedas. Una vez calmado dijo moviendo negativamente la cabeza que lo sentía mucho, pero que de la embajada ni hablar, pero luego (…) llamó a su hijo para decirle que lo había estado pensando y que concertara una entrevista.

En cuanto el hijo de Roosevelt hizo pasar a Kennedy al Despacho Oval, el presidente lo invitó a que se aproximase  a la chimenea para poder ‘verlo bien’. Kennedy obedeció asombrado.

-Joe -prosiguió Roosevelt- ¿te importaría quitarte los pantalones?

Kennedy le lanzó una mirada de incredulidad y empezó a desabrocharse los tirantes. Los pantalones cayeron a sus pies y quedó en calzoncillos mirando estupefacto a Jimmy Roosevelt ‘cortado como un imbécil’. Roosevelt rompió el silencio:

-Joe, mira tus piernas. Tienes las piernas más torcidas que he visto en mi vida. ¿No sabes que el embajador ante la monarquía británica debe pasar por una ceremonia de presentación vistiendo calzón corto y medias de seda? ¿Te imaginas que estampa harías? La foto de nuestro nuevo embajador en todos los periódicos del mundo…Serías el hazmerreír. No sirves, Joe.

Kennedy miró fijamente a Roosevelt:

-Señor presidente, si obtengo autorización del Gobierno de Su Majestad para vestir de chaqué y pantalón a rayas en la ceremonia, ¿me concedería el nombramiento?

(Al cabo de dos semanas, Kennedy obtuvo la autorización y en febrero de 1938 embarcó hacia Inglaterra para hacerse cargo de la embajada.)

Este es el único caso que conozco en el  que la expresión “bajada de pantalones”, de la que tanto abusan nuestros cojonudistas, está en su sitio.

 

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¿La familia real o la familia Monster?

Se empieza queriendo modernizar la monarquía y se acaba de esta manera:

Nuevo retrato oficial de la familia real danesa,  por el pintor Thomas Kluge.

Debajo puede verse un retrato anterior de la familia real danesa, datado aprox. en 1880 y obra de Laurits Tuxen, que presenta la anticuada singularidad de que los reyes parecen reyes.

 

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Tinta escocesa para el butifarréndum (En LD)

El nacionalismo escocés ha presentado su libro blanco de la independencia, y es tan blanco que es pura Navidad. Los adultos saben que no se puede tener todo lo que se quiere y que obtener ciertas cosas obliga a renunciar a otras. Hasta lo saben los niños que van entrando en razón. Esas limitaciones de la vida terrenal las aparta el nacionalismo de un plumazo. En este caso, de un plumazo de 670 páginas, que viene a prometer a los escoceses el premio extraordinario de la lotería si votan por la separación en el referéndum de 2014. Les promete que tendrán todo cuanto desean sin renunciar prácticamente a nada de lo que tenían.

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Kennedy

La fascinación por Kennedy tiene una relación importante con su muerte. Más aún con la imagen de su muerte. Asesinatos de presidentes  había habido unos cuantos en el mundo en el siglo XX.  Pero ninguno fue recogido  en tales imágenes: en imágenes filmadas en color por una cámara de 8 mm que sostenía el ciudadano Abraham Zapruder, fabricante de ropa estadounidense de origen ruso, que se encontraba en la plaza Dealey de Dallas aquel 22 de noviembre de 1963  para contemplar y filmar el paso de la caravana.

La fascinación con la muerte de Kennedy ha permitido que sobrevivieran y se reprodujeran las teorías de la conspiración. No se acepta fácilmente que un acontecimiento de tal impacto sea sencillamente la obra de un trastornado. La historia y la vida están repletas de sucesos fortuitos, de tragedias insospechadas y de autorías individuales impredecibles, pero cuesta creer que a un presidente le asesine un hombre oscuro e inestable por su cuenta, sin contar con nadie. Cuando ese asesino es asesinado a su vez por otro hombre inestable, jactancioso y bocazas, propietario de nightclubs y conocido de mafiosos, como Jack Ruby, aún cuesta más, claro.

Sí, parece absurdo que la vida de un presidente y la vida política de una nación poderosa puedan depender tanto del azar, la estupidez o la locura. Reconocerlo así sería privar de sentido al asesinato de Kennedy. Todas esas teorías de la conspiración  son el resultado de una  búsqueda de sentido a un crimen que no tuvo ninguno más allá del que tenía en la mente de su autor.

Life’s but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage
And then is heard no more. It is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury
Signifying nothing. — Macbeth (Act 5, Scene 5, lines 17-28)

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La raza catalana (En VLC News)

En 1937, cuando el gobierno de la II República se había trasladado a Valencia,  se produjo un episodio grotesco en la inauguración del curso universitario. Dictaba la conferencia el prehistoriador  Pere Bosch Gimpera, consejero de Justicia de la Generalidad catalana, quien sostuvo,  ante el gobierno republicano en pleno, que la guerra civil era una guerra entre razas. Entre una raza levantina y otra central-meridional, que habrían existido diferenciadas y sin fusionarse desde tiempo inmemorial. Uno sólo puede imaginar el estupor de los ministros de Largo Caballero ante una idea tan delirante que venía formulada no por un loco de atar,   sino por una personalidad de prestigio. Quizá empezaran a entender entonces por qué estaban perdiendo la guerra.

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En el Ateneo de Madrid

Como estaba anunciado, se habló en el Ateneo de Madrid,  del libro de Francisco Caja, “La raza catalana. La invasión de los ultracuerpos”. Bajo la moderación de Pedro Fernández Juárez, que dirige una de las secciones del Ateneo, don Pedro Antonio Heras, yo misma y don Francisco Caja, hablamos por ese orden, del libro en cuestión. Hubo lleno en el Salón de la Cacharrería, donde se celebraba el acto, y al término de nuestras intervenciones se produjo un movido debate con el público en el que intervino don Pio Moa, como refleja una de las fotos. El Ateneo es pura Historia y su interior conserva la tenebrosidad que gustaba en  la España del XIX, también a los ilustrados que lo fundaron. Al parecer,  los cambios se registran en los retratos que se cuelgan y descuelgan de las paredes.  Los tres participantes nos desquitamos de tanta oscuridad en el cercano y acogedor restaurante El Rincón de Esteban.

 

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