Una encuesta en El País confirmaba este fin de semana lo que viene proponiendo El País: Un 95 % de españoles quiere que se le practique alguna reforma a la Constitución. Me parece que esta vez no preguntaron a los entrevistados si conocían la Constitución. Hace un año o así lo hicieron y fue muy interesante: la mayoría quería reformar una Constitución que desconocía.
No es el caso, supongo, de Rosa Díez. La dirigente de UPyD, entrevistada por Servimedia, instaba este finde al presidente del Gobierno a reformar la Constitución. Ante unas palabras del mentado, en el sentido de que eso sólo debería hacerse si existe un consenso amplio, dijo así: ”Los consensos no se proclaman, se provocan.”
¿Que cómo se provocan? Ah, provocándolos. En efecto, el consenso no aparece por sí solo. Lo que aparece él solito, sin que lo llame nadie, es el desacuerdo. Pero hay que empezar por el desacuerdo para llegar al consenso, porque si no hay desacuerdo es que ya tenemos consenso y, por lo tanto, no hay que hacer ni provocar nada. Vamos avanzando.
Entonces. Para el plan de provocación estamos en situación ideal. El desacuerdo es total y absoluto entre las visiones de la reforma constitucional que tienen los dos o tres partidos confesadamente favorables a esa empresa. Las ideas del PSOE, de UPyD y Ciudadanos (si está, como creo, por la labor) son tan distintas que yo diría que son incompatibles.
A más a más, si se empezara a hablar del asunto, los desacuerdos irían en aumento. Imagínense los bonitos retoques a la Constitución que pondrían sobre la mesita de noche PNV, CiU, ERC y demás familia, que todos son criaturas y tienen su derecho a pedir por esa boquita. Autodeterminación para empezar a hablar.
Para mí que las condiciones objetivas aconsejan no meter en el quirófano a la Constitución. Los riesgos de que salga peor de lo que entró, incluso muchísimo peor, son más altos que los posibles beneficios de la operación…Los entusiastas de la cirugía creen que la Consti se va a reformar a su gusto y olvidan, vaya olvido, que también puede que se reforme al gusto de los que están al otro lado de la calle.
Pero yo, claro, no creo en la magia. Es decir, creo en la magia de la Navidad y no creo en la magia constitucional.
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Todos los Mandelas que hubo en España (En VLCNews)
Es muy posible que Nelson Mandela les parezca a muchos españoles una venerable figura perteneciente a un mundo muy distinto del nuestro. Sin embargo, su gran logro, aquél por el que se le admira y respeta en todo el mundo, es una transición a la democracia cuyo espíritu fue el mismo que guió nuestra Transición. Esa idea inspiradora se expresó en España, como años después en Sudáfrica, en una palabra: Reconciliación.
Poca duda me cabe de que el alborotado patio español no está para mentar la reconciliación en tono apreciativo. Para muchos, el ánimo moderado que presidió la Transición no es solamente agua pasada; también lo tienen por agua podrida. En la izquierda, se ha extendido la voz de que entonces se le hicieron demasiadas concesiones a la derecha. Simétricamente, en la derecha no son pocos los indignados por las excesivas concesiones que se hicieron a la izquierda y a los nacionalistas. En ambos campos atribuyen nuestros males de ahora a aquellos “pecados originales”.
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