Bien por el jamón…

…ahora a ver si descubren el marisco.

From The New York Times

The Ambassador of Spanish Ham Florencio Sanchidrián is said to be one of the world’s great cortadors de jamón, or Iberian ham cutters. Cutting ham is not just a profession, but an art, and Mr. Sanchidrián shows how it is done. http://nyti.ms/1dPRA3t

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El Estado Libre de Baviera y otros mitos

No he acabado de decidir si la doble pregunta de Mas&Cía revela la insignificante categoría intelectual  de sus autores o el enorme desprecio que tienen por la inteligencia del común. Pero tras ese primera duda, ha venido otra. Resulta que en los periódicos se ha comentado seriamente la doble pregunta, tal y  como si fuera distinto preguntar si quieres un Estado, que si quieres un Estado independiente. La cuestión es la clásica: ¿son tontos o se lo hacen?

En un editorial de La Vanguardia trataron de darle cobertura  a la distinción con una referencia al Estado Libre de Baviera, vaya por Dios. Porque Baviera es tan Estado como la Baja Sajonia (o como Arkansas). Es decir: no es un Estado, con su soberanía y su canesú, sino que es un estado federado, un Land como cualquier otro Land de la República Federal Alemana.

Su nombre ha servido más de una vez para alentar la confusión interesada. Expliquémoslo. El nombre de Freistaat Bayern lo adquiere en 1918,  cuando en el contexto de la Revolución de Noviembre alemana, que conduciría a la abdicación del Kaiser y a instaurar la República de Weimar, también se forzó a abdicar al rey en Baviera  y  se proclamó allí un “estado libre de monarquía”. La situación se agudizaría poco después con la constitución de la “República soviética de Baviera”, de efímera vida. Desde 1180 hasta esa fecha Baviera había sido un Territorialherzogtum  regido  por la dinastía de los Wittelsbacher.

También rueda por ahí que existen  o han existido los  “Estados dependientes”. Sí, claro, pero es un concepto  referido, básicamente, a la relación  colonial. No tiene ningún sentido en el caso catalán.  A menos que tras pasarse años piando que Cataluña es una nación sin Estado, los nacionalistas estén ahora por convertirla en un protectorado español.

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El día que los catalanes se volvieron locos (EN VLCNews)

Cuando lo pienso bien, es decir, fríamente, siento lástima por todos esos catalanes que se han creído a pies juntillas los cuentos de la lechera de la independencia y se dejan arrastrar por una loca fantasía con inmadurez impropia de gente adulta.  Es verdad que no todo es ingenuidad y candidez, pues hay un rencor de fondo que alimenta la quimera, como si la hostilidad hacia España sirviera para dar salida a frustraciones que otros, con más sentido,  tratan de solventar sin romper el tablero de la convivencia.

No se debería trivializar un asunto tan grave como es la ruptura de una nación que ha permanecido unida a través de los siglos y las vicisitudes, con todas las sub-rupturas que conllevaría. Pero por mucho que deseemos más responsabilidad, más conciencia y más seriedad, no podemos elegir a nuestros conciudadanos. Con estos bueyes hay que arar. Aunque no todos los nacionalismos son iguales, ni deben confundirse con el patriotismo, en su expresión más desaforada siempre causan daños al espíritu humano.

(Continuar lectura: http://www.vlcnews.es/secciones/opinion/articulos/el-dia-que-los-catalanes-se-volvieron-locos )

 

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Santayana y la felicidad

Al fin, tengo un libro de Georges Santayana, nacido en Madrid, en 1864, como Jorge Agustín Nicolás, hijo de Agustín Ruiz de Santayana, natural de Zamora y de Josefina Borrás, natural de Glasgow.

Había leído de Santayana, pero no le había leído, y lo que tengo entre manos no es una de sus obras filosóficas, sino “Personas y lugares. Fragmentos de autobiografía”. En la introducción, Richard C. Lyon menciona la vocación de “empedernido extranjero” de Santayana. Fue un hombre que a los 48 años renunció a su cátedra de Harvard y dejó América para volver a Europa y  hacer una vida de observador errante.

Santayana escribió siempre en inglés y es un escritor austero, cosa que cada vez aprecio más y confiere intensidad a los destellos. Hablando de sus años de infancia en Ávila, él solo con su padre, dice a propósito de la vejez del padre:

“La naturaleza es mucho más benévola que las opiniones. Cuando una facultad se deteriora,  las otras  heredan un poquito de energía, o al menos olvidan alegremente, ahora que se ven más libres, que anteriormente estuvieron subordinadas: cualquier cosa basta si no se exige más; y la humanidad, esperemos, disminuirá y morirá más satisfecha de lo que jamás estuvo mientras crecía y luchaba. Yo por lo menos he descubierto que la vejez es  el tiempo de la felicidad, incluso para disfrutar retrospectivamente de los años de juventud, que fueron tan confusos en su momento. Y a mí me parece detectar un cierto desafío burlón, una especie de orgullo, en los gimoteos de los viejos mendigos que tan desdichados parecen al alargar la mano temblorosa en busca de una moneda. Aún no están muertos: se mantienen en pie a pesar de todo. Y no se equivocan contigo, joven bien vestido. Tus zapatos nuevos te hacen daño, y te sientes atormentado por deseos sin esperanza.”

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En la melé,  con Rahola y Adriansens, donde Julia Otero, por la ley de seguridad privada.

 

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Te voy a hacer un consenso que te vas a enterar

Una encuesta en El País confirmaba este fin de semana lo que viene proponiendo El País: Un 95 % de españoles quiere que se le practique alguna reforma a la Constitución. Me parece que esta vez no preguntaron a los entrevistados si conocían la Constitución. Hace un año o así lo hicieron y fue muy interesante: la mayoría quería reformar una Constitución que desconocía.

No es el caso, supongo, de Rosa Díez. La dirigente de UPyD,  entrevistada por Servimedia, instaba este finde al presidente del Gobierno a reformar la Constitución. Ante unas palabras del mentado, en el sentido de que eso sólo debería hacerse si existe un consenso amplio,  dijo así:  ”Los consensos no se proclaman, se provocan.”

¿Que cómo se provocan? Ah, provocándolos. En efecto, el consenso no aparece por sí solo.  Lo que aparece él solito, sin que lo llame nadie, es el desacuerdo. Pero hay que empezar por el desacuerdo para llegar al consenso, porque si no hay  desacuerdo es que ya tenemos consenso y, por lo tanto, no hay que hacer ni provocar nada. Vamos avanzando.

Entonces. Para el plan de provocación estamos en situación ideal. El desacuerdo es total y absoluto entre las visiones de la reforma constitucional que tienen los dos o tres partidos confesadamente favorables a esa empresa. Las ideas del PSOE, de UPyD y Ciudadanos (si está, como creo,  por la labor)  son tan distintas que yo diría que son incompatibles.

A más a más, si se empezara a hablar del asunto, los desacuerdos irían en aumento. Imagínense  los bonitos retoques a la Constitución que pondrían sobre la mesita de noche PNV, CiU, ERC y demás familia, que todos son criaturas y tienen su derecho a pedir por esa boquita. Autodeterminación para empezar a hablar.

Para mí que las condiciones objetivas aconsejan no meter en el quirófano a la Constitución. Los riesgos de que salga peor de lo que entró, incluso muchísimo peor,  son más altos que los posibles beneficios de la operación…Los entusiastas de la cirugía creen  que la Consti se va a reformar a su gusto y olvidan, vaya olvido, que también puede que se reforme al gusto de los que están al otro lado de la calle.

Pero yo, claro, no creo en la magia. Es decir, creo en la magia de la Navidad y no creo en la magia constitucional.

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Todos los Mandelas que hubo en España (En VLCNews)

Es muy posible que Nelson Mandela les parezca a muchos españoles una venerable figura perteneciente a un mundo muy distinto del nuestro. Sin embargo, su gran logro, aquél por el que se le admira y respeta en todo el mundo,  es una transición a la democracia cuyo espíritu fue el mismo que guió nuestra Transición. Esa idea  inspiradora se expresó en España, como años después en Sudáfrica,  en una palabra: Reconciliación.

Poca duda me cabe de que el alborotado patio español no está para mentar  la reconciliación en tono apreciativo. Para muchos, el ánimo moderado que presidió la Transición no es solamente agua pasada; también lo tienen por  agua podrida. En la izquierda, se ha extendido la voz de que entonces se le hicieron demasiadas concesiones a la derecha. Simétricamente, en la derecha no son pocos los indignados por las excesivas concesiones que se hicieron a la izquierda y a los nacionalistas. En ambos campos atribuyen nuestros males de ahora a aquellos “pecados originales”.

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La excepción Mandela

En su extraordinaria necrológica de Nelson Mandela en el New York Times, Bill Keller descubre el secreto: “el señor Mandela era esa rareza entre revolucionarios y disidentes morales: un estadista capaz, cómodo con el compromiso e impaciente con los doctrinarios”.

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No es la fiesta de Rubalcaba (En LD)

En vísperas del aniversario de la Constitución me vino a la cabeza, por esas asociaciones raras, el caso de Art Buchwald. Este humorista norteamericano escribió en 1952 una columna para explicar a los franceses en qué consistía el Día de Acción de Gracias. Con tanta fortuna, que aquel artículo se publicaría cada año en esa señalada fecha, tal cual y sin cambiarle una coma, hasta que falleció su autor en 2007. Más de medio siglo duró la tradición periodística.

Entre nosotros es costumbre que el 6 de diciembre se pronuncien discursos y se publiquen valoraciones de la Constitución. Pero hoy ningún periodista que se precie puede ya echar mano de la columna que colocó hace una década; no tiene la suerte de Buchwald. Llegó a su fin la época del elogio de la Constitución en la indigesta prosa de la singladura. De la santa Constitución hemos pasado a la maldita Constitución. De extremo a extremo. Tal vez la tradición política en España es la falta de tradición.

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