La obsesión por calmar la pataleta del nacionalismo catalán dándole algún juguete más, a ver si se entretiene, se junta a menudo con la obsesión por encontrar y corregir un único y garrafal error primigenio que habría provocado los males actuales.
Fruto de ambas pulsiones es, singularmente, la idea de acabar con el “café para todos” y dejar las autonomías reducidas a las tres llamadas “históricas” (aunque luego otras se apuntaron ese título). Para ser más precisos, reducirlas a las tres que vieron aprobados estatutos de autonomía bajo la II República: Cataluña, País Vasco y Galicia.
El ex ministro del gobierno Zapatero, Miguel Sebastián, ha sido el último en dar voz a la idea de suprimir catorce de las CC.AA. Yo abordaré el asunto en los próximos días. El codueño José García Domínguez lo hacía hoy en el ABC-Cataluña.
¿Café para tres?
José García Domínguez
Inopinados compañeros de cama, Miguel Sebastián , la derecha extrema más castiza y los nacionalistas de Convergència coinciden en postular lo mismo, el final del café para todos. Desde muy antiguo es sabido, nada hay que ponga más de los nervios a un dirigente de CiU que la cafeína; al punto de que la menor alusión al café para todos suele privarlos del sueño durante semanas. No ha mucho, lo vino a refrendar tal que así el líder de Unió: “El debate que la sociedad española y los partidos políticos de ámbito estatal deberían atreverse a afrontar es si tiene sentido tener diecisiete autonomías”. Todo un despropósito, según parece, el que los nativos de Lugo, Sevilla o Zamora no resulten ser menos que los de Gerona y los de Vic.
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