El “no” de Raimon

Hace una semana el cantante Raimon dijo en Catalunya Radio: “Yo no soy independentista”. Al tiempo se manifestaba a favor de “poder votar, respetando las minorías”. Pero lo primero es lo primero: no es independentista. ¡Y va y lo dice! ¡Imperdonable! La campaña contra él, iniciada en las redes sociales, sólo acaba de empezar.

Aquí lo que ha escrito al respecto el codueño José García Domínguez:

El “no” de Raimon (en ABC-Cataluña)

Acaso sin ser del todo consciente de la temeridad de su gesto, el ciudadano Ramón Pelegero Sanchís acaba de asomarse a ese precipicio invisible que delimita la frontera entre la comunidad de destino en lo universal conocida por “nosaltres” y el extrarradio civil de Cataluña, donde moramos los sospechosos habituales. Al fin clausurado aquel acomodaticio espacio de ambigüedad patriótica que toleró el pujolismo, ahora todo el mundo está condenado a elegir. O con Dyango o frente a Dyango, he ahí el dilema. Y acaso sin ser del todo consciente, decíamos, el de Játiva ha elegido campo. No se lo perdonarán. El ruido y la furia que su inopinada confesión está provocando en la antesala virtual de la hoguera que responde por Twitter así lo indica.

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Una mirada crítica a nuestro periodismo

Hace unos días, aparecía en El País un artículo de Víctor Lapuente Giné con el título de este post: “Una mirada crítica a nuestro periodismo” (http://elpais.com/elpais/2014/04/25/opinion/1398439742_940322.html).

Yo suscribo casi todo, por no decir todo, lo que expone ahí el autor, pero aunque estuviera en parcial o pleno desacuerdo, recomendaría su lectura por una sencilla razón: no conozco otro intento reciente de analizar el estado de nuestro periodismo.

En la prensa suele tenerse como norma que el periodismo no es tema. Los hay convencidos de que no interesa a nadie, de que  son batallitas de periodistas que aburren soberanamente a los lectores, oyentes, telespectadores y demás. Y sí, eso es muy  posible, pero igual  aburren, ¿o no?, tantos asuntos que se tratan en la prensa.

Lapuente encontraba tres sesgos inducidos por lo que llama la visión “sacerdotal” que predomina en la forma de hacer periodismo en España:

1. El periodista prioriza las declaraciones de los políticos a costa de asuntos sustantivamente más relevantes. 2. Cuando trata asuntos sustantivamente relevantes, otorga demasiada responsabilidad sobre el devenir de los mismos a los políticos, vistos casi como seres omniscientes y omnipotentes, a expensas del papel de otros actores clave (como usuarios, profesionales o expertos). 3. El análisis periodístico de la noticia tiende a construir discursos abstractos en lugar de un contraste de alternativas políticas concretas y factibles.

Alguna vez he escrito yo misma, modestamente, que en España tenemos una política declarativa y un periodismo declarativo, que eso sí que es lo más aburrido que puedes echarte al coleto.

La cuestión es que estos y otros defectos del periodismo español de hoy en día  tienen consecuencias. La más dañina es ésta que exponía muy didácticamente Lapuente:

En demasiadas ocasiones, los ciudadanos españoles no reciben un contraste de ventajas e inconvenientes sobre cursos de acción alternativos, sino un choque improductivo de cosmovisiones del mundo. Por ejemplo, en cuanto se sospecha que una reforma huele a derechas, movemos la discusión al terreno de la especulación progresista vaga: que si forma parte de una “agenda oculta” para desmantelar el Estado de bienestar, que si es una expresión más del “triunfo del neoliberalismo” o de la “incapacidad de la socialdemocracia para presentar una alternativa”, etcétera. Esta abstracción contribuye a que la mayoría de reformas que nuestro país necesita queden desprestigiadas rápidamente en el debate público.

En resumen, nuestro periodismo —demasiado declarativo, demasiado jerárquico y demasiado abstracto— es un factor más que ayuda a entender la paradójica situación de que, en medio de una crisis tan brutal a todos los niveles, España se haya reformado tan poquito.

Yo aún diría más, por enredar: el estado de nuestro periodismo es, junto con el estado de nuestra política, que ambos circulan por las mismas vías, el factor que ayuda a  entender por qué no se ha entendido: por qué muchos ciudadanos se han quedado sin entender prácticamente nada de la crisis  y, en consecuencia, por qué gozan de predicamento las “soluciones” más increíbles, más imposibles y más contradictorias.

No es sólo que el periodismo, en los años de la crisis,  haya abonado el terreno para los demagogos; es que el periodismo (salvadas las honrosas excepciones, etcétera) ha ocupado  ese terreno.

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¿Qué tiene de malo la caridad?

Que tiene de malo la caridad (En VLCNews)

En la radio, el otro día, una de mis interlocutoras cargó contra un programa de TVE-1 llamado “Entre todos” que cursa en la sobremesa. Así me enteré, pues no estoy muy puesta en graves asuntos televisivos, de que ha recibido duros ataques desde que empezó a emitirse. La razón de la bronca, meteduras de pata de su presentadora al margen, es que allí se insta a las personas a ayudar a otras que se encuentran en situación de necesidad. Vale, ¿y cuál es el problema?, preguntará el ingenuo. Se lo diré con palabras del Consejo General de Trabajo Social. El problema es que “promueve la sustitución de los derechos sociales por la caridad.”

El pecado original de “Entre todos” es, por tanto, y siempre según sus detractores, que exhorta a unos particulares a auxiliar a otros, cuando ese auxilio debería venir del Estado, y sólo de él.  (Continuar lectura: http://vlcnews.es/2014/opinion/que-tiene-de-malo-la-caridad/ )

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Aforamiento y otras prerrogativas parlamentarias

Verdad y mentira sobre los aforados (En VLCNews)

La cuestión de los “privilegios” procesales de los parlamentarios está dando pie a titulares de escándalo, a comentarios valiosos y a una notable confusión. Se han aliado, como suelen, la confusión natural y la confusión interesada, para poner en la calle la idea falsa de que sólo en España disponen los representantes políticos de un estatuto especial; la de que sólo aquí existen las prerrogativas parlamentarias.

Vayamos por partes. El dato que circula por doquier es que somos el país con más aforados del planeta Tierra y de toda la galaxia. Para entendernos: aforada es la persona que ha de ser encausada y juzgada por tribunales superiores, en lugar de por un juzgado de primera instancia. Según los cálculos de los catedráticos de Derecho Procesal, Iñaki Esparza y Juan Luis Gómez Colomer, autores de un tratado sobre el aforamiento, tenemos en esa situación a unas 10.000 personas, todo un récord.

(Continuar lectura: http://vlcnews.es/2014/opinion/verdad-y-mentira-sobre-los-aforados/ )

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La dificultad de la conversación política

Desde que tengo recuerdo de ello, en España es difícil conversar sobre política (o algo parecido). Una conversación de ese tipo la echan a perder  enseguida o bien la entrañable empanada y la enervante dispersión, o bien la aparición del sabe-lo todo, del mandón y la mandona, y con ellos, porque vienen de la mano,  el forofo y el hooligan, que  son los especímenes más frecuentes en la charla sobre política. Y no es que sean refractarios al argumento: es que no entienden lo que no han oído (y repetido ellos mismos) muchas veces. El problema de la conversación es que no hay modo de llevarla a cabo  sin interlocutor. Un interlocutor no es alguien que piense lo mismo: es alguien dispuesto a pensar conjuntamente.

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¿Autonomía sólo para tres? (EN VLCNews)

Miguel Sebastián, ex cerebro económico de Zapatero y ex ministro, más conocido por prescindir de la corbata en verano para ahorrar en aire acondicionado, ha propuesto acabar con el café para todos y reducir a tres las autonomías. Esta idea viene circulando, y tanto por la izquierda como por la derecha, con ínfulas de gran remedio para grandes males, como si fuera a corregir un grave error histórico.

En realidad, el propósito que anima a quienes la suscriben es más rastrero a la vez que más quimérico: darle acomodo a la exigencia de “singularidad” de los nacionalistas más quejicas, latosos y rupturistas.

(Continuar lectura: http://vlcnews.es/2014/opinion/autonomia-solo-para-tres/ )

 

 

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