ABRIR EL MELÓN

Tal como escribe el académico Santiago Muñoz Machado en su imprescindible  “Informe sobre España”, la relación de los españoles con sus constituciones, desde 1812 hasta hoy mismo, ha sido tan visceral y ciclotímica como lo es la idiosincrasia  propia del país. Aquí, es sabido, siempre ha gozado de mayor predicamento la tabula rasa, el empezar de cero y el puñetazo en la mesa de los exaltados que la prudencia reformista de los más sensatos. Lo en verdad castizo entre nosotros ha sido – y continúa siendo – el trágala. De ahí la inveterada afición del paisanaje local a los órdagos temerarios, el engallamiento chulesco, la confrontación visceral y el instante revolucionario. El español, qué le vamos a hacer, ya desde muy antiguo ha sido partidario de situarse justo al borde del precipicio para luego fantasear con la idea de dar un paso al frente. Un deporte de riesgo en el que el catalán, acaso para confirmarse tan celtíbero como el que más, acostumbra a destacar por derecho propio. A qué extrañarse, pues, de la vida efímera de cuantos textos constitucionales  fueron aprobados en las Cortes. Las leyes fundamentales en esta península acostumbran a durar menos que los caramelos en las puertas de los colegios. Salvo el periodo de la Restauración y el paréntesis franquista, la historia de España a lo largo de los dos últimos siglos  no deja de exhibir una permanente concatenación de procesos constituyentes. Es tradición demencial que conviene recordar en descargo de los que hoy se muestran refractarios a abrir el melón del Título VIII, ese “desastre sin paliativos” en palabras del mismo Muñoz Machado. No obstante, la obstinada reticencia a tocar el núcleo duro de la Carta Magna pudiera llegar a ser algo tan frívolo e irresponsable como el cerril hábito iconoclasta que pretende exorcizar. Y es que con el Título VIII pasa aquello que se de decía de Juan March y la República: o la Constitución acaba con él o él acabará con la Constitución.

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10 respuestas a ABRIR EL MELÓN

  1. Flames dijo:

    Muy certero artículo.

    No se puede añadir mucho más, ya que además el tema de la Constitución es recurrente.

    Sólo manifestar que yo soy de los que opinan… que la Constitución es lo de menos si el problema es que no nos gusta cumplir las leyes. Que las leyes han de ser pocas, claras, con gran consenso, “justas” y poco cambiantes. Pero si se trata de no cumplirlas… apaga y vámonos. Todo da igual.

  2. Sintxapela dijo:

    ¿ Abrir el melón ?. Pues no le quiero yo tan mal a Rikardete como para hacerle eso.

  3. Mercedes dijo:

    Resumen (tomando párrafos literales) del capítulo I del Libro de Muñoz Machado.
    .-.
    Las rupturas revolucionarias con el pasado suelen ser consecuencia de la resistencia ofrecida al cambio por los grupos políticos y élites sociales que han conseguido instalarse en el poder y lo han convertido en una fuente inagotable de prebendas. El egoísmo y la corrupción propios de estas situaciones sólo pueden superarse mediante una fuerte contestación que acaba rompiendo las resistencias, pero que obliga a renovar las instituciones, también podridas por el mal uso. A un proceso constituyente sigue, en España, otro proceso constituyente, y no pacíficas y razonadas reformas de la Ley Fundamental establecida. La estabilidad constitucional de España, en los doscientos años de historia transcurridos desde 1812, ha sido mínima.
    En algunos procesos constituyentes también se ha hecho presente de forma repetida otro rasgo caracterizador de las actitudes de los representantes políticos del pueblo, que es la improvisación. (…)
    Cuando las Constituciones han durado más, como ocurrió con la de 1876, o está pasando con la de 1978 en la actualidad, ha sido porque la clase política y las élites sociales han conseguido trenzar sus intereses de modo que las ventajas de la estabilidad y el parasitismo sobre las instituciones públicas se reparta de un modo equilibrado entre ellos o, en su caso, procurando una razonable rotación en el disfrute de las prebendas. Si la situación aprovecha a todos los principales actores políticos y sociales existirán menos razones para cambiarla. El anquilosamiento o la congelación del régimen constitucional no es difícil si la trama se extiende por todo el territorio del Estado, apostando en cada lugar estratégico a un leal cacique local que asegure la aceptación pacífica, o incluso entusiasta, y desde luego participativa, del reparto del poder.
    Con la Constitución de 1978 está pasando también algo de lo dicho. Pero su preservación a lo largo de casi treinta y cinco años, sin tocarla sino con dos reformas poco importantes vinculadas a nuestra relación con la Unión Europea, se ha debido también a las circunstancias históricas en que se aprobó y consolidó, que han contribuido, con la ayuda impagable de los medios de comunicación, a mitificarla. La Constitución vigente, en efecto, cerró los malos recuerdos de una guerra civil, puso fin al régimen de Franco y estableció una democracia cuarenta años después de consumido el efímero régimen republicano regulado por la Constitución de 1931. Las Cortes franquistas aceptaron voluntariosamente la transición hacia la democracia y los nuevos preceptos constitucionales fueron encadenándose en unas Cortes constituyentes convencidas de que tenían que levantar un monumento legal que no generara discrepancias irreductibles y asegurara que nunca más retornarían las situaciones bélicas ni los gobiernos autoritarios.
    Por si no fueran suficientes esas emociones para mitificar un texto, el intento de derribarlo mediante un golpe militar el 23 de febrero de 1981 multiplicó los afectos hacia la Constitución establecida y sus instituciones, de forma más que justificada. La exaltación de la Constitución como una ley sagrada ha sido, desde entonces y hasta hoy, continua, lo que ha contribuido también a petrificarla ya que cualquiera que se haya atrevido a alzar la voz contra ella ha arriesgado a ser considerado un fascista irredento, heredero probable de las ideologías que señorearon el país durante cuarenta años. (…)
    Poco a poco, sin embargo, la razón se está imponiendo al mito, y entre los especialistas en Derecho público—constitucional y administrativo principalmente— no hay nadie serio que no crea que algunas partes de la Constitución deben ser reconsideradas. Hay poco que decir acerca de las declaraciones de derechos que contiene, pero mucho de todo lo demás. Estas consideraciones, basadas en el conocimiento de la aplicación práctica de ese texto fundamental y las carencias observadas, se han ido extendiendo también hacia los ciudadanos no especializados, como las encuestas de opinión más atendibles revelan.(…)
    (…)
    La aversión al sistema de autonomías está creciendo y, como es el núcleo de la gobernación del Estado, el desafecto se extiende naturalmente a la Constitución que lo ha establecido, traduciéndose en reclamaciones favorables a una reforma radical.
    (…)
    ¿Es posible una reforma constitucional profunda en la España actual o puede, por el contrario, sostenerse que España no reforma sus constituciones sino que las aplasta, destruye, desplaza o sustituye por otras nuevas, como ha ocurrido siempre? (…)
    En la actualidad no se habla de reformas. Algunos grupos plíticos minoritarios esgrimen su necesidad, pero no es fácil saber si se trata de estrategias urdidas con otros propósitos. El Gobierno y los principales partidos callan. Ni siquiera los grupos nacionalistas más activos las proponen porque sus políticas están ahora concebidas al margen de la Constitución.
    (…)
    Nadie aceptaría una modificación de la Constitución que implicase una variación de la situación establecida, que arrasaría intereses económicos, lealtades de tribu y posiciones de poder que no podrían reproducirse en ninguna otra parte fuera del inconmensurable aparato público.
    (…)
    Pero, si fueran estas las razones del silencio ante las urgencias de las reformas, la clase política dominante, en el gobierno y en la oposición, estaría sembrando las semillas seguras de su propia destrucción. El pueblo soberano les castigará, a no tardar, volviéndoles la cara y manifestando su desprecio, decaerá su poder electoral y serán sustituidos por otros grupos políticos, posiblemente populistas, que destruirán de una sola vez todo lo establecido. No reformarán la constitución seguidamente, sino que la tomarán al asalto, llamarán al pueblo a rebato, y cambiarán la Ley fundamental por otra de nueva planta, como se corresponde a la arraigada tradición de los españoles.
     

  4. Mercedes dijo:

    Apenas lo he empezado a leer, pero es evidente que Muñoz Machado propugna una reforma “abordando una reforma profunda del Estado” Para evitar un nuevo aplastamiento del mismo. Para eso se requiere un acto de generosidad por parte de los gobernantes, siguiendo un estudio profundo del cambio a acometer, basándose en las opiniones de los estudiosos, sin improvisaciones ni parcheos.

    Y, efectivamente, apunta al Titulo VIII, como meollo del cambio

  5. Sintxapela dijo:

    Ha llamado usted al 1004 de Telefónica.

    Si desea ser atendido por Rodrigo Rato, pulse 1.

    Si desea ser atendido por Eduardo Zaplana, pulse 2.

    Si desea ser atendido por Iñaki Urdangarín y recibir un trato real, pulse 3…. 

    • Priede dijo:

      Muy bueno, sí señor. Y si llamas a Endesa, dile que te pongan con la central italiana, además estatal, atiende un tal Pepemari; el mismo que si llamas a News Corporation y preguntas por Murdoch, que no se pondrá nunca, pero sí Pepemari, que como todo el mundo sabe siempre fue un experto en medios de comunicación. Y si llamas a la multinacional del uranio, Areva, pregunta por Ana Palacio.Desde el 11-m todos colocados.
      Los de antes del 11-m les gusta más el rollito de Ketama, y sobre todo el oxímoron de la revolución institucional, especialmente la mejicana.

  6. Creador dijo:

    Cómo echan de menos algunos la España sin sobresaltos, a golpe de porra y trena. Aquellos tiempos de la restauración, en los que Cánovas y Sagasta se turnaban haciendo el paripé del parlamentarismo académico pero carente de categoría democrática. Palabra que solo estaba reservada a los grupos obreros que no tenían acceso al poder. De ello se encargaba el régimen presidido por el bisabuelo del rey Juan Carlos I.
     
    Luego le seguiría su hijo Alfonso XIII, más preocupado por la buena vida que por sofocar el hambre de campesinos y obreros. El reinado desembocó en una dictadura nombrada por él, encargada al general Primo de Rivera,  eliminando el parlamento, cuyo único cometido era dar una imagen en el exterior. No era más que una cámara de oradores bien pagados que vivían al margen de los problemas del pueblo. Tras este capítulo de 30 años apareció una luz de esperanza proclamándose la república, de la que dieron cuenta la oligarquía, el clero y los militares, haciéndola desaparecer después de un lustro convulso debido a la desigualdad de recursos entre los terratenientes y los jornaleros, que en aquellos tiempos era el 80% de la población activa.
     
    Con la llegada del franquismo, de nuevo retorna la calma en las cárceles y la paz en los cementerios. El pueblo estaba más entretenido en buscar pan y ZZ para matar los piojos, que en reclamar su derecho a ser ciudadanos. Habían sido derrotados, por esa razón la paz era absoluta por obligación.
     
    Ahora y desde hace 37 años, la monarquía heredera del régimen totalitario, nos ha dado por su propia supervivencia un respiro, con una constitución hecha a la medida de lo que podía transigir el franquismo presente en todos los poderes del estado. Hemos pasado por múltiples etapas, desde los Pactos de la Moncloa, el 23F de 1981, así como el Pacto de Toledo, hoy destruido por el actual gobierno.  Lo que es indudable es que la España de hoy nada tiene que ver con la que quedó atrás.
     
    Este momento es especialmente difícil debido a una crisis económica mundial, pero que en el caso de España se agrava más dado que la derecha gobernante está recuperando la memoria de lo que han sido a lo largo de la historia. El despotismo y la corrupción se han convertido en sistema. El poder judicial está secuestrado, mejor dicho, tutelado por el poder político, por tal razón los casos de corrupción no prosperan o se archivan. Si esta manera de gobernar por real decreto se sigue imponiendo, más pronto que tarde serán arrollados por la sociedad civil.    
     

  7. Priede dijo:

    Primero voy a decir una verdad y de paso hacer la pelota: <b>José García Domínguez es el mejor columnista de España.</b> Lo sigo desde que me metí en internet, hace de esto unos seis años o siete años. Esteta con sustancia, sí señor. Escribe muy bien. Normalmente si se da lo uno se eclipsa lo otro, caso de Umbral, por ejemplo. En el otro extremo Sostres, que es como Pilar Rahola con badajo.
    Sin embargo no estoy muy de acuerdo con lo que escribe hoy García Domínguez: si miramos desde hace cinco siglos hasta hoy el resto de Europa ha sido más convulso que España. El XVI y el XVII está plagado de guerras civiles, empezando por Gran Bretaña, reino que perdió a Irlanda en fecha muy reciente; excuso decir el Imperio. Incluso en los últimos doscientos años, que son los peores de nuestra historia: desde 1789 Francia pasó por la guillotina a cientos de miles de personas; por obra de ello no hay en Francia una sola disidencia a lo Pujol o Ibarretxe; luego restauró la monarquía y lleva cinco repúblicas; no hablemos de la Francia de Vichy, con un papel bastante peor que el representado por Fernando VII y Carlos IV ante Napoleón, que ya es decir. ¿Ha sido políticamente estable Alemania? ¿Italia? ¿Rusia? ¿Polonia? ¿Centroeuropa? ¿Los Balcanes?
    Seguimos siendo unos paletos, porque siempre pensamos que lo que nos pasa a nosotros no le pasa a nadie.
     
    Sí que es verdad que los españoles tenemos un defecto nacional. Con permiso del anfitrión y sus amigos:
    El verdadero defecto de los españoles: el personalismo
     

  8. Priede dijo:

    Antes de irme: yo tampoco soy partidario de cambiar de régimen. Lo que nos faltaba, ponernos ahora a ensayar. Sí de modificar la Consitutición. <b>Sin embargo veo más importante hacer que la actual Constitución esté vigente, rija, cosa que no sucede.</b>
     
    Me temo que antes tiene que hundirse el PSOE por debajo del 15%,y que UPyD alcance ese porcentaje. A remolque, y con el temor a desaparecer de la política, es posible que los socialistas se sumen al frente antisecesionista.

  9. Priede dijo:

    Acerca de las preguntas que usted hace en su columna de LD.
    Reagan procesó a todos esos que usted dice pero ¿quién ha procesado a los gestores de Lehman Brothers? ¿Y a toda la peña de Wall Street y sus bancos de inversión, que llegaron a tener una relación de depósitos y créditos de 1 a 50? Hay quien dice que algunos de ellos bastante más. Solo encarcelaron a Madoff, que era algo así como el Roldán de los fondos de inversión. Nadie los procesó; ni nadie lo hará.
    Y MAFO, ¿acaso no hizo lo mismo que la FED? ¿Actuó por orden de la FED? Rato fue premiado con la presidencia del FMI. ¿Pudo seguir instrucciones del BCE en lugar de la FED? Porque en Europa sabían mejor que nadie cuál era el PIB de España y que aquí se estaban construyendo más viviendas que en Francia, Alemania e Italia juntas, tal y como alardeaba Pepemari. Sin embargo, a partir de esa declaración del futuro consejero de Murdoch y de Endesa, los bancos de Alemania empezarían a prestar a la banca española más dinero que nunca. ¿Por qué? ¿Tan poco apego tenían al ahorro de sus compatriotas alemanes?
    Según Ricardo Vergès hasta el año 2003 nuestra deuda era interna; a partir de esa fecha la deuda se multiplicó casi por tres, lo que forzó a los bancos españoles a endeudarse con el exterior.
     
    Lo más fácil sería pensar que MAFO quería seguir dando hilo a la cometa Zapatero pero ¿y en ‘Uropa’, en el BCE, que pensaban de todo esto? ¿Por qué no dejaban de echar carbón en la caldera de la locomotora española?
    Y Alemania nos endosó su deuda
    Por cierto: de un socialista muy pagado de sí mismo:
    El economista Ángel Gimeno Marín piratea comentarios de la Burbuja. En concreto el de “Y Alemania nos endosó su deuda”